sábado, 31 de marzo de 2018

Decir no al sufrimiento inútil


Si hay algo que todos sabemos identificar ya desde niños es el sufrimiento. El sufrimiento físico por un golpe, una herida, un accidentePero luego tenemos ese tipo de sufrimiento que no cura el agua oxigenada o dos días de reposo. Es el dolor emocional, surgido por una decepción, un desengaño, una pérdida… no importa la edad que tengamos, la vida suele embestirnos sin que lo planeemos y sin que podamos prevenirlo.
Nadie es inmune al sufrimiento, pero es esencial que sepamos gestionarlo y afrontarlo,porque en ocasiones, el sufrimiento puede llegar a volverse crónico y envolvernos con su costra dolorosa.
De hecho, son muchos los expertos que nos dicen que el sufrimiento, para muchas personas, puede llegar a ser adictivo, a ser aquello que alimenta sus vidas y el primer pensamiento con el cual amanecer cada día.

Dejar de sufrir, la mejor elección

¿Se puede elegir dejar de sufrir? Obviamente no. En ocasiones el sufrimiento forma parte de un proceso y de un duelo que hemos de atravesar, para superar. Para dejar ir. Porque el dejar de sufrir no se resuelve oprimiendo un simple interruptor con el cual volver a la serenidad y a ese equilibrio emocional. Pero es necesario controlarlo y verlo como parte de un proceso.
Cuando la vida nos trae sus decepciones, sus tragedias y sus desengaños, recibimos el impacto con toda su violencia y con todas sus consecuencias. Es inevitable experimentarlas y sentir su dolor durante un tiempo, su hematoma… pero solo durante un periodo limitado en el cual, atravesar esta introspección con nosotros mismos.
El sufrimiento está compuesto por varias capas, por así decirlo, capas de cebolla que hay que ir arrancando entre lágrimas y donde afrontar determinadas emociones que se organizan de manera natural por fases que superar: negación, cansancio, abatimiento, ira, rabia, autocrítica, culpa, resignación, racionalización, aceptación…
Para elegir dejar de sufrir debe existir una clara voluntad de superación. De dar un paso hacia un mañana más adecuado en el cual  sentirnos mejor y obtener un aprendizaje emocional y personal de lo ocurrido.
Todos tenemos derecho a caer, desde luego, pero también a salir fortalecidos de lo ocurrido. Un desengaño amoroso, un fracaso profesional o personal… son dimensiones que nos rompen por dentro y que debemos sufrir en toda su realidad, e incluso llorar, pero es esencial también adquirir algún tipo de aprendizaje de lo sucedido para ser un poco más sabios, más fuertes y más aptos en este complejo laberinto que es la vida.
Un aspecto importante a tener en cuenta es que para “estar bien” es imprescindible que no caigamos en la negación. Nunca niegues lo ocurrido. Si has fracasado admite tu error, si tu relación personal no va bien, admítelo, reconócelo y evita más sufrimiento innecesario.
La negación es esa pared que hará del sufrimiento un estado eterno. Y un modo de darnos cuenta de la presencia de este muro, es que identifiques las dos partes que hay en ti. Todos nosotros disponemos de dos personas en nuestro interior: la que observa y la que experimenta.
El observador, es la clave de nuestra curación personal, es él quien nos ayudará a darnos cuenta de qué ocurre no solo a nuestro alrededor, sino también en nuestro interior. Él es quién leerá entre líneas y quien descubrirá los velos de los rostros.
Obsérvate, siéntete y pregúntate qué puedes hacer para sentirte mejor, para abandonar aquello que te hace daño e impidiéndote ser tú mismo. Busca tu armonía interna para tomar conciencia del sufrimiento emocional.
Esfuérzate por dejar a un lado el sufrimiento inútil, no padezcas por quien no lo merece ni hagas eternas situaciones que ya no tienen solución. Admitirlo, afrontarlo y asumirlo, serán los pasos esenciales para esa curación personal y emocional.

Psicología/Valeria Sabater
https://lamenteesmaravillosa.com

viernes, 30 de marzo de 2018

No temas perder a quien no te valora


Apenas tenemos algo, nos atenaza el miedo a perderlo. Es normal, nos asusta perder aquello por lo que hemos luchado, lo que conocemos y con lo que nos sentimos relativamente cómodos. Cuando hemos encontrado un equilibrio, queremos mantener ese estado, y nos genera ansiedad pensar que algo puede cambiar.

Sin embargo, el miedo a la pérdida también puede aparecer en situaciones que podríamos catalogar como negativas ya que no nos aportan nada o incluso pueden hacernos daño. Esto se debe a tres factores: nuestra tendencia a aferrarnos al equilibio conseguido, nuestra resistencia al cambio y el pavor a la incertidumbre que implica lo nuevo. 
Esas son las razones principales por las que en muchas ocasiones nos aferramos a relaciones interpersonales que nos dañan, más allá de la historia que podamos tener en común y los vínculos emocionales que todavía perduren.

Cuando la única razón del vínculo es el pasado


La vida es un camino, a lo largo del cual encontramos a muchas personas. Con algunas estableceremos relaciones más cercanas basadas en profundos vínculos emocionales. Sin embargo, las experiencias vividas y el paso del tiempo pueden debilitar esos vínculos, hasta el punto que la relación pierda su sentido.

En esos casos, no hay que temer a perder a personas con las que prácticamente no tenemos puntos en común, personas que han dejado de escucharnos aunque nos oigan y han dejado de completarnos emocionalmente. De hecho, en esos casos a lo que nos aferramos es al recuerdo, no a la persona en sí, puesto que ya no existen puntos de contacto, no hay una perspectiva de futuro, ni un vínculo emocional satisfactorio.

A veces nos resistimos a romper ese vínculo simplemente porque no queremos aceptar que hemos cambiado, o que esa otra persona ha cambiado, hasta el punto que ya no queda nada que nos una. Sin embargo, dentro de nosotros podemos notar la baja calidad de ese vínculo, el vacío emocional que queda porque ya no existe la atención y el afecto.

Por supuesto, estas situaciones no son fáciles de asumir porque generalmente hay una historia en común. Pero lo cierto es que el pasado no es una razón de peso para seguir atados a personas que han dejado de valorarnos y que no se sienten afortunadas de tenernos a su lado.

Con el tiempo hay que aprender a querer más, pero a menos personas


Con el paso de los años nos volvemos más selectivos, somos más conscientes de la importancia de nuestro tiempo y decidimos con quién queremos compartirlo. Por otra parte, las experiencias de vida también van poniendo a prueba las relaciones cercanas, por lo que comenzamos a valorar más a quienes se quedan a nuestro lado y satisfacen de verdad y de buena gana nuestras necesidades emocionales.

Por supuesto, antes de atrevernos a cortar los lazos, solemos pasar por un proceso en el que a menudo surge la sensación de culpa por las personas que dejamos atrás. En realidad, no deberíamos culpar a nadie, las relaciones se crean cuando hay intereses comunes y se rompen cuando han dejado de satisfacer las necesidades emocionales. Lo más constructivo es dejar ir a quienes ya no se sienten vinculados a nosotros y atesorar los buenos momentos compartidos.

La vida está en constante movimiento, las relaciones también fluyen y cambian. Sin embargo, si miras demasiado hacia atrás centrándote en las puertas que se han cerrado, no podrás ver las puertas que se abren delante de ti.


Psicología/Jennifer Delgado
https://www.rinconpsicologia.com

jueves, 29 de marzo de 2018

En mi vida quiero personas que sumen, no que resten


No dejes que se pierda tu esencia. Intenta no perderte entre las personas, pues cada vez desconocemos más a los que nos rodean. No te desveles ni te deshagas de tu esencia aunque lo que estás viviendo te atormente. No cambies ni te transformes sino es porque has asumido una buena lección.
Tu corazón es hermoso así, no permitas que las personas resten o dividan tu vida. Ama tu interior y mejórate cada día, pero no consientas perder tu esencia. Si ella desparece, serás solo alguien más y aquellos que te quieren y te valoran no podrán distinguirte.
►Recuerda que aquello que te hace llorar te hace tan especial como lo que te hace reír. Darte cuenta de esto constituye una liberación en sí misma. Cubre tu esencia, no dejes que las circunstancias la despedacen, protégela del frío.


El dolor que causa aquello que nos anula a veces es insoportable

Nadie quiere tener a su lado personas que le anulen o que boicoteen su crecimiento personal. Todos queremos a nuestro lado personas que nos ayuden a sumar experiencias y buenos sentimientos.
Sin embargo, generalmente no todo es blanco o negro. Habrá momentos en los que alguien descontará en algún grado de nuestro bienestar pero otros en los que sume tanto que compense todo lo anterior.
Es como el yin y el yang, la tristeza y la alegría, la noche y el día. Los aciertos requieren de los errores de la misma forma que sumar no tendría sentido si nunca hubiese nada que restar. Y es así como somos las personas, a veces blanco, a veces negro y, en otras ocasiones, de colores.

Nadie es totalmente bueno o totalmente malo

Aún sabiendo que no podemos ser todo o nada, no podemos dejar al descubierto nuestro bienestar, tenemos que protegerlo de daños que pueden ser evitables y previsibles.
Para eso debemos solemos una especie de balanza emocional. A un lado ponemos todo aquello generado por los demás que es negativo y que sobra. Al otro lado colocamos lo bueno y lo positivo que podemos encontrar en nuestro camino.
Como es obvio, deberemos sopesar emocionalmente a cada persona por separado teniendo siempre en cuenta la situación física y emocional de las personas afectadas, así como, por supuesto, el contexto.
Queda a la vista que no es nada fácil utilizar nuestra balanza, pues hay cientos de factores que no podemos controlar y que son totalmente subjetivos. Así es que… ¿por qué juzgamos como bueno o malo tan a la ligera?
No hay nada mejor que reencontrarse con uno mismo y perdonar a la otra persona tenga razón o no, porque la gente, cuando hace cosas dolorosas, normalmente las hace porque en ese momento no podía hacerlo mejor, porque tenía miedo o por lo que fuera. Entonces, perdonar es algo maravilloso.
                                                                           Marwan

Sé una persona justa, no pierdas tu esencia

A veces estar inmersos en un profundo dolor nos precipita al barranco de los prejuicios y de los tópicos. Cuando sucede esto, solemos cegarnos por el dolor de nuestras heridas y no por lo bondad que en otras circunstancias nos caracteriza.
A través del perdón y de la comprensión podemos conseguir que cualquier persona sume aun partiendo de sus malas acciones o palabras. Somos nosotros los que damos validez a los demás, por lo tanto somos nosotros quienes elegimos de qué manera queremos aprender.
Tomar conciencia de que muchas veces juzgamos demasiado alegremente nos ayudará a eliminar de nuestra vida lo realmente dañino y negativo. Pensándolo así, a la larga nunca nos arrepentiremos de ser personas coherentes y justas.
No etiquetes ni juzgues a los demás, perdona y toma sus malas acciones como una oportunidad para seguir creciendo y aprendiendo. Tu esencia será la mejor protección y, por si fuera poco, siempre la tendrás a tu alcance.

Psicología/Raquel Aldana
https://lamenteesmaravillosa.com

miércoles, 28 de marzo de 2018

CREAR MOMENTOS MÁGICOS



En mi opinión, todos tenemos una recomendación -no escrita ni impuesta- de la que no se habla, que es un asunto personal e íntimo, por la cual todos hemos de crear momentos mágicos para los otros. Y para nosotros también. Para con nosotros, es obligatorio.

¿Hay algún momento en tu vida que te haya parecido mágico?

¿Uno de esos momentos extraordinarios que hasta han podido llegar a marcar algo en ti o en tu vida?

Tengo un  recuerdo de mi infancia de un día de Reyes. Era aún de noche cuando me levanté a encontrarme con mis regalos… y no había ni uno solo. Decepcionado decidí salí a la calle a jugar con un hierro que clavaba en el suelo del campo. Cuando llegué a la calle aún estaba oscuro y tuve que esperar bastante tiempo metido en el portal hasta que amaneció y pude salir a un campito que había cerca de mi casa. No había ni una sola persona por la calle. Empecé a jugar. Estaba absorto en mi juego –y supongo que en mi decepción- cuando escuché una voz femenina que me preguntaba qué estaba haciendo. Jugando, le respondí. “¿No te han traído juguetes los Reyes?” Le dije que no. Era una mujer joven y muy alta. No me refiero a que me pareciese alta porque yo era un niño y ella una adulta. Lógicamente ya había visto a muchas mujeres y podía comparar. Ésta era demasiado alta. Llevaba un bolso en su mano izquierda y de allí sacó un pistolón grande. “Los Reyes me han dejado esto para ti”, me dijo cuando me lo entregó. Tal como había aparecido de la nada, desapareció.

No le di más importancia y permaneció muchos años en el olvido hasta que un día, al recordarlo por casualidad, tuve la sensación de que aquella joven era un Ángel y que aquello era un milagro.

Siendo ya adulto, un día entré en un comercio y me encontré una vecina pequeña, de 6 o 7 años, que observaba en sus manos una especie de bombonera de cristal. No vi a su madre, pensé que estaba sola, pero eso no me llamó mucho la atención y no le di importancia. Estaba buscando lo que quería comprar cuando escuché el inconfundible sonido de algo de cristal cuando se estrella contra el suelo. Adiviné lo que había pasado. Inmediatamente la dueña del negocio se acercó hasta la niña, gritando como una energúmena, y se plantó frente a ella, con los brazos en jarra, poseída, y le increpó/preguntó “¿Quién va a pagar esto que has roto?”. Me acerqué. La niña disminuía de tamaño por momentos. El miedo se reflejaba claramente en su cara y su actitud. Me imagino cómo se sentía al verse sola, frente a ese monstruo vociferante, y sin una solución para la pregunta/amenaza que le había formulado. La madre de la niña no apareció, por lo que supuse que tal vez la había dejado allí para que se entretuviese mientras ella hacía otra gestión en otro sitio. Me acerqué hasta donde estaban ambas y le dije a la mujer que yo lo pagaría. Se dio la vuelta y se marchó. La niña me miraba desde su pequeñez, con unos ojos casi de agua, sin poder pronunciar ni una palabra o sin encontrar las palabras con las que expresarse. Sonreí para ella. No fue capaz tampoco de expresar una sonrisa. El susto, supongo. Se marchó sin decirme nada, pero tampoco era necesario que dijese algo.

Me gusta pensar que algún día ella contará que estaba en ese apuro y de pronto apareció un Ángel.

Es bueno crear momentos mágicos para los otros y llamarlos por su verdadero nombre: Pequeños Milagros.

Pequeños Milagros para los demás. Porque si un necesitado nos ve aparecer ofreciéndole lo que necesita para ayudarle en su problema, a los ojos de su corazón somos el Ángel que le aporta algo para sacarle de su apuro.

Tenemos la obligación, y esto lo afirmo rotundamente, de crear Momentos Mágicos para los otros, de ser el Ángel de la Sonrisa, el Cristo que provee de Abrazos, el Pequeño Dios de la Esperanza que le hace ver que la vida puede ser amable y que hay que seguir adelante a pesar de los pesares…

Es un buen propósito: estar atento a uno mismo y a los otros, poner maravillas en las vidas, hacer que lo asombroso forme parte de lo cotidiano, y lograr que lo extraordinario sea para los otros y también se quede en nuestras vidas.

Es un buen proyecto. Siéntelo dentro de ti y deja que tu corazón opine.

Te dejo con tus reflexiones… 


Francisco de Sales
buscandome.es

martes, 27 de marzo de 2018

5 hábitos tóxicos que te roban felicidad


Los hábitos que tenemos nos definen ya sea para bien o para mal,  pues no solo pueden ejercer como las estrategias que nos ayudan a superar obstáculos, sino que también pueden ser como aquella manzana envenenada que a pesar de tener un apetecible aspecto guardaba en su interior una trampa.
Por lo tanto, a pesar de que muchos de nuestros hábitos nos permiten optimizar nuestros esfuerzos y se consideran como saludables, existen otros muchos que resultan tóxicos para nuestra salud y la vida misma, impidiéndonos ser felices.
Incluso, puede que hábitos que consideras relativamente “buenos” no lo sean tanto o que ni siquiera seas consciente de las consecuencias de tu repertorio de hábitos en tu vida. Hoy te traemos 5 hábitos tóxicos que pueden estar impidiéndote ser feliz. Reflexionemos sobre ello.
 ► Adquirir desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca importancia: tiene una importancia absoluta.
                                                                           Aristóteles

Pensar en negativo

Solemos tener la mala costumbre de pensar en negativo. Somos expertos en lo que no queremos, no tenemos, no merecemos o no somos capaces, focalizando nuestra atención en ello. Cultivar el pensamiento negativo puede ser un mal hábito que termine limitándonos tanto a nivel social como individual. Porque si crees que no puedes, ¿realmente vas a intentarlo?
El pensamiento negativo puede erigirse como un gran enemigo que nos atrape poco a poco en su tela de araña, convirtiendo todo nuestro alrededor en una neblina gris que en sus casos más extremos desemboque en depresión junto a otras variables.
La dificultad radica en que como hábito, nos hemos acostumbrado y desaprenderlo no es tan sencillo. Para ello, hay que comenzar a prestar atención a nuestra manera de pensar, que inevitablemente va ligada a la forma de hablarnos y juzgarnos. Además, dirigir tu atención hacia lo que quieres también será una herramienta que te permita hacer aparecer la luz entre aquella niebla gris espesa.

Culpar a los demás de todo

Culpar a otras personas de lo que te ocurre es evadirte de la responsabilidad de tus propios actos e incluso de tus propios sentimientos. De esta manera, estarás diciendo que tú no eres dueño de tu vida sino que son los demás o las propias circunstancias.
Es necesario recordar que tienes el control sobre ti mismo y solo tú tienes las respuestas de lo que te ocurre. El reconocido piloto de las fuerzas aéreas y líder religioso Dieter Uchtdorf dijo una vez: “Cuando más crecemos, más miramos hacia atrás y nos damos cuentas de que las circunstancias externas no importan porque no determinan nuestra felicidad. Nosotros determinamos nuestra felicidad”.
 ► La felicidad es una actitud y si decides culpar a los demás de lo que te ocurre en lugar de tomar conciencia sobre qué puedes hacer para seguir avanzando, difícilmente podrás saborearla.

Intentar ser alguien que no eres

Puedes vivir intentando ser tú mismo o de lo contrario, intentando ser la persona que los demás quieren que seas. Tú decides, pero evidentemente convertirte en el personaje que los demás desean supondrá una traición a tu forma de ser. Piénsalo… ¿Cómo podrás llegar a ser feliz si no eres tú mismo?
Ponerse una máscara es un arma de doble filo, una trampa que extendida en el tiempo te alejará de ti y de quien crees ser. Por lo tanto, descúbrete, aprende a aceptarte, a quererte y muéstrate tal como eres, solo así la relación contigo y los demás, será auténtica.

Compararse con los demás

Compararse con los demás no nos servirá de nada ya que cada uno de nosotros es único e irrepetible y ha vivido experiencias diferentes. Su historia, la tuya y la mía no tienen nada que ver, ¿para qué compararnos? ¿Para consolarnos o para creernos superiores? ¿Cuál es la finalidad que perseguimos?
 ► Comparar las diferentes experiencias no tiene sentido puesto que no existen las mismas condiciones en las personas.
Mi felicidad puede ser muy diferente a la de mi amigo, por lo tanto, ¿hacer lo que él hace me convertirá en alguien feliz? Pregúntate: ¿qué es la felicidad para mí? Y así podrás saber cómo actuar. La gratitud es el antídoto a la comparación y el mejor jarabe para alcanzar la felicidad. Escribe diariamente las cosas que hacen que tu vida sea maravillosa, por pequeñas que sean… eso te hará feliz.

No aprender de los errores

Los errores pueden ser nuestros mejores maestros si aprendemos de ellos. Si nos confundimos pero lo dejamos pasar sin reflexionar qué ha pasado y qué lección podemos sacar de ello, probablemente pueda ocurrirnos algo similar.
Para entender este tipo de pensamiento, solo tienes que seguir las palabras que una vez dijo Thomas Edison a un reportero que le preguntó sobre su invento de la bombilla incandescente: “No he fracasado ni una sola vez, solo he descubierto diez maneras que no funcionan”. Así, podrás ver que con persistencia y buen hacer, el error y el fracaso, son solo una parte del camino hacia el éxito.
Pensar negativo, culpabilizar a los demás, ponernos una máscara, compararnos o no aprender de nuestros errores son tan solo 5 hábitos que pueden estar repercutiéndonos sin casi ser conscientes de ellos en nuestro estado emocional impidiéndonos ser felices.
La felicidad está en nuestro interior y somos nosotros los que podemos crearla y contribuir a su desarrollo, no lo olvides. Presta atención a tus hábitos y modifícalos si es necesario.

Psicología/maría José Roldán
https://lamenteesmaravillosa.com

lunes, 26 de marzo de 2018

Mindfulness ¿El camino hacia la paz?



¿Habías escuchado el término mindfulness antes? Tal vez no directamente, pero seguramente la siguiente pregunta te hará reflexionar:¿Estás en el aquí y en el ahora o por el contrario tu mente está constantemente preocupada por el futuro o pegada en el pasado? 
El mundo actual, con su ritmo acelerado y estresado no ha podido acallar la necesidad imperiosa del ser humano por conectarse consigo mismo y escuchar su voz interior.
De origen budista, Mindfulness proviene de la traducción al inglés de la palabra “sati”, cuyo significado tiene que ver con consciencia, presencia y aceptación. También se le conoce como Atención Consciente, o Atención Plena y fue desarrollado a finales de los años 70 en EEUU por psicólogos e investigadores de gran trayectoria tales como Jon Kabat–Zinn, Ronald Siegel o Jack Kornfield.
El objetivo es alcanzar un profundo estado de conciencia y de presencia en el aquí y el ahora, para lo cual se vale de varias técnicas de meditación. Perseguimos conseguir que nuestra conciencia se relaje y no elabore juicios de nuestras sensaciones, sentimientos o pensamientos. 
Suena sencillo pero vaya que es retador.
Normalmente, solemos prestar atención a las actividades del momento sólo con una pequeña parte de nosotros mismos, mientras la mente y los pensamientos están en otra cosa completamente. Vivimos en el modo “piloto automático”, ocupándonos de nuestros asuntos con muy poca conciencia de los detalles de nuestra experiencia del momento –mucho menos ni siquiera de las intenciones que motivan nuestras acciones.
Mediante la Atención Consciente o Mindfulness, es posible transformar cualquier momento en el que podríamos sentirnos una víctima de las situaciones en un instante de sinceridad, proactividad y confianza.
Prestar atención total a la realidad ayuda a lograr equilibrio interno y la armonía de cuerpo, mente y espíritu, esencial para enfrentar un mundo tan volátil y cambiante como el de hoy.

En 1996, fueron publicados en revistas científicas solo tres artículos sobre mindfulness. En 2006, ese número se incrementó a 47. Diez años después de eso, hubo 667. Eso es un enorme aumento del 22,133 % en dos décadas. Y toda esa investigación explica por qué la atención plena se siente como una fuerza cultural repentina.
Según un estudio realizado por la Universidad de Huelva en 2012, entre los efectos que el mindfulness produce a nivel cerebral están no solo el aumento de la lateralidad izquierda —que está asociada con una actitud positiva—, sino una mejor disposición a enfrentar situaciones negativas, además del reforzamiento del sistema inmunológico con una mayor producción de anticuerpos. 
Por si esto fuera poco, el desarrollo del lóbulo izquierdo cerebral también está relacionado con una mejor autopercepción del individuo, y un mayor desarrollo de la empatía y compasión.

Mindfulness es escuchar nuestra voz interior, es dar espacio al silencio, a la emoción y a la serenidad. ¡Intégralo a tu vida y alcanza esa paz que tanto estás buscando!
Ismael Cala
https://ismaelcala.com

domingo, 25 de marzo de 2018

RESPÉTATE


En mi opinión, el respeto a uno mismo es algo que hay que aplicarse de un modo riguroso que no admite ningún tipo de excepción.

La dignidad personal es lo más respetable y noble que cada individuo posee, y hay que defenderla de modo que nadie la mancille, ni siquiera uno mismo. Tan ilustre es.

La falta de respeto por uno mismo, hacia uno mismo, se manifiesta de modos que a veces son tan sutiles, o los tenemos tan integrados que no les damos importancia, nos parecen “normales”, y los seguimos repitiendo de un modo agresivo e inútil.

No solamente necesitamos el respeto ajeno, sino –y sobre todo- el nuestro propio. De su falta se deriva, en gran medida, el hecho de tener una autoestima baja o, cuanto menos, débil. 

Es necesario reconocer ante nosotros mismos cuánto valemos, nuestras necesidades reales, nuestros estados emocionales, nuestros gustos y principios, y todo eso ha de ser escrupulosamente respetado por nosotros y por los demás.

No está nada bien que nos impongamos exigencias que estén por encima de nuestras posibilidades reales, que nos despreciemos o nos insultemos por nuestras circunstancias personales o por asuntos que pertenecen al pasado, ni vivir una vida demasiado presionada y con un alto riesgo de estrés o insatisfacción en la relación con nosotros mismos, que dejemos la tasación de nuestra valía en función de los triunfos que hayamos obtenido en lo social o en lo económico, que no seamos capaces de aceptarnos si no nos acepta la sociedad con sus normas, que no respetemos nuestra identidad y unicidad, o que seamos unos jueces rigurosos y excesivamente exigentes para con nosotros mismos. 

Sí está bien que comprendamos y aceptemos todas nuestras imperfecciones –que son parte de nuestra humanidad-, que nos amemos a pesar de todas las cosas nuestras que no nos gustan, cuidarnos en aspectos físicos/mentales/emocionales, que nos toleremos a pesar de errores y defectos, que nos aceptemos del todo y sin sentimiento de frustración, que nos demos libertad para mostrarnos como realmente somos, valorarnos sin falsa modestia, entender y aceptar nuestros estados de ánimo a veces variables, sentir plácidamente esa agradable sensación que produce llevarse bien con uno mismo, y poder sonreírse frente al espejo.

Del respeto hacia uno mismo nace la buena relación, cosa que conlleva –además del bienestar que eso produce- mayor y mejor claridad en las cuestiones relacionadas con uno mismo, más objetividad a la hora de tomar decisiones; el respeto fortalece, da valor a uno mismo frente a sí y frente a los otros, permite expresarse de un modo natural y espontáneo, promociona la satisfacción de las necesidades personales como un gesto de Amor Propio, y la expresión natural y sin vergüenza de emociones y sentimientos.

Será bueno que valores cómo te estás tratando, si tienes una necesidad urgente y obligatoria de reconducir la relación contigo, si tienes que reconciliarte con los enemigos que albergas en tu interior, si tienes que revisar toda tu escala de valores o incluso tus principios fundamentales para que aparezca en ellos, y de un modo indestructible, que el respeto a ti mismo ha de prevalecer por encima de estados de ánimo puntuales, o por encima de convencionalismos ajenos y de otras opiniones que sean distintas de las tuyas.

Respetarse a uno mismo implica marcar unas líneas que no se han de atravesar bajo ningún concepto y en ninguna circunstancia; es ponerse a salvo de cualquier cosa que pueda ser agresiva para con uno mismo, es preservarse –ese maravilloso gesto- poniéndose a salvo de cualquier agresión, sea del tamaño que sea y venga de quien venga.

Cualquier cosa honrada que uno emprenda para favorecerse a sí mismo ha de ser apoyada incondicionalmente, y ha de gozar de prioridades y privilegios, porque siempre será uno –en primer lugar, y luego también lo serán los otros- el principal y directo beneficiario de cualquiera de las cosas que se hagan.

Es de ley, es de justicia, es de honor, respetarse.

Respétate y serás respetado.

Te dejo con tus reflexiones… 


Francisco de Sales
http://buscandome.es/

sábado, 24 de marzo de 2018

Cuando la ignorancia critica, la sabiduría observa y sonríe


Orson Welles dijo “muchas personas son demasiado educadas como para hablar con la boca llena, pero no les preocupa hacerlo con la cabeza vacía”. El director estadounidense no ha sido el primero en referirse a la ignorancia y sus ataques.

El escritor español Baltasar Gracián había dicho “el primer paso de la ignorancia es presumir de saber” y Antonio Machado afirmó que “todo lo que se ignora, se desprecia”. La ignorancia no es una enfermedad, pero podríamos catalogarla como tal porque sus efectos son tan discapacitantes que le impiden a la persona crecer enriqueciéndose con nuevas perspectivas. 

La trampa de la ignorancia es que encierra a la persona en una jaula de oro, en la que está tan a gusto que ni siquiera se da cuenta de que es prisionera de la rigidez de su pensamiento.

¿Cómo son las personas ignorantes?


La ignorancia no es patrimonio exclusivo de las personas que no han tenido acceso a la educación. De hecho, podemos encontrar personas que no tienen estudios pero son profundamente sabias y de pensamiento abierto, así como también podemos hallar a catedráticos y científicos profundamente ignorantes.

El filósofo inglés Karl Popper explica el por qué: “la ignorancia no es la ausencia de conocimiento, sino la negativa a adquirirlo”. Es decir, la ignorancia implica abrazar un pensamiento rígido, unas ideas preconcebidas, y rechazar el resto. Esta forma de comprender la ignorancia es una señal de alarma que nos indica que debemos mantenernos atentos porque todos y cada uno de nosotros podemos adoptar actitudes ignorantes.
La ignorancia es rechazar argumentos o ideas de las que no sabemos nada o sobre las que nos faltan datos para llegar a conclusiones lógicas. En ese caso, en vez de esforzarnos por captar y comprender el cuadro completo, preferimos aferrarnos a la pequeña hilacha de “verdad” que creemos poseer. Atrincherados en esa postura no solo atacamos a los demás sino que también sembramos la semilla de la intolerancia ya que la ignorancia siempre rechaza lo diferente, lo que no comprende.

La ignorancia emocional


Existe una ignorancia que hace aún más daño: la ignorancia emocional de las personas más cercanas que nos juzgan y critican sin haber caminado con nuestros zapatos o conocer todos los detalles de la situación, desde una visión parcial de la realidad.

Estas personas no son capaces de ponerse en el lugar del otro y ni siquiera intentan conocer su historia, necesidades e ilusiones para comprender el por qué de su comportamiento. Esa ignorancia duele mucho más y deja profundas heridas emocionales ya que normalmente la opinión de esas personas suele ser importante.

Ante la ignorancia, es mejor actuar con cautela


Un estudio muy interesante realizado por PsychTests analizó cómo 3.600 personas respondían ante las críticas. Estos psicólogos descubrieron que el 70% reconocen que se sienten heridas cuando reciben una crítica y el 20% las rechaza con enfado. Solo el 10% de las personas reflexionan sobre las críticas y las dejan ir cuando no les aportan nada.

También se apreció que las mujeres son el doble de propensas a tomarse las críticas como algo personal y a asumirlas como la demostración de que no son capaces de hacer algo bien. Al contrario, los hombres tienen la tendencia a pensar que la crítica está equivocada y a responder agresivamente.

Sin embargo, lo más interesante es que las personas que adoptan una actitud defensiva ante las críticas también son aquellas que se sienten menos felices, que tienen una baja autoestima y que tienen un peor desempeño en el trabajo.

Al parecer, cuando las personas tienen una baja autoestima, bloquean la parte constructiva de la crítica y solo se centran en los aspectos negativos. Por otra parte, quienes se defienden de la crítica suelen sentir que están perdiendo el control, lo cual afecta aún más su autoconfianza.

Por eso, cuando las críticas provienen de la ignorancia, lo más sabio es responder con calma.


A palabras necias, oídos inteligentes


Dado que las críticas ignorantes pueden hacer mucho daño, es fundamental no caer en su juego. Las palabras hirientes, las críticas malintencionadas y las opiniones infundadas no deben encontrar un terreno fértil en nuestra mente. Debemos recordar que nadie puede hacernos daño sin nuestro consentimiento. Por tanto, lo mejor es no darles crédito.

El problema de las personas ignorantes es que no están abiertas a escuchar otras opiniones, por lo que cualquier intento de defendernos o hacerlas entrar en razón suele caer en saco roto. Hará que gastemos energía inútilmente y es probable que al final nos enfademos. Por eso casi siempre es mejor aprender a ignorarlas.

La persona sabia sabe qué batallas merece la pena luchar, no desperdicia su energía. También es consciente de que las críticas a menudo dicen más de quien critica que de quien es criticado, por lo que asume una actitud desapegada, valora cuánta verdad encierra esa opinión y si considera que es irrelevante y dañina, no permite que le afecte.

Y cuando es necesario responder a la ignorancia, las personas sabias lo hacen con firmeza y desde el respeto. La mejor manera para vencer a la ignorancia consiste en demostrarle que no tiene ningún poder sobre nosotros.


Psicología/Jennifer Delgado
https://www.rinconpsicologia.com