domingo, 19 de noviembre de 2017

LA PERSONALIDAD CULPOSA


Cuando la culpa se convierte en hábito o rutina, aparece lo que los psicólogos cognitivos llamamos personalización.
Esta distorsión mental hace que algunas personas, por aprendizaje social, se conviertan en esponjas culposas. Todo lo malo que ocurre a su alrededor se lo atribuyen a sí mismas, aunque no tengan nada que ver. Una percepción equivocada les lleva indefectiblemente a la conclusión: “Es mi culpa” 
¿Costumbre masoquista? 
Quizás, pero también infantil e inmadura, porque en el fondo existe un egocentrismo magnificado que les indica que todo tiene que ver con ellos, como si fueran el centro del universo. En resumen: la personalización es  la mala costumbre de atribuirse la responsabilidad ante determinados eventos externos, sin tener en cuenta otras explicaciones posibles. Es ponerse en el ojo del huracán cuando a veces ni siquiera hay huracán.
Una paciente, a quien su marido había dejado por otra mujer, me decía: “Él no tiene la culpa, la tengo yo”. Yo le respondí: “¿Por qué me dice esto? Usted fue una buena esposa y madre, siempre estuvo a su lado cuando él la necesitó, fue leal, buen amante, confiable, ¿por qué ahora me dice que es la principal culpable?”. Luego de pensar un momento, volvió a lo mismo: “Debería haber hecho más esfuerzo, haber dado más de mí. Él es una gran persona, yo fui poca cosa para él”. Personalización a la enésima: siempre estar por debajo y culpable. El historial del hombre que había sido su marido no era el mejor, lo que ponía en duda aquello de “una gran persona”: infidelidades a granel, mal trato, indiferencia, frialdad sexual, egoísmo y muchos brotes narcisistas, en fin, un agujero negro afectivo. Y ella, haciendo caso omiso a la realidad afectiva de su matrimonio, confirmaba mágicamente una responsabilidad personal inexistente,  como si un instinto de culpabilidad la arrastrara desde lo más profundo de su ser. 

Si tienes la manía de hacerte responsable por todo lo que te ocurre, no lo dudes, pide ayuda profesional.  
La tendencia de apropiarse de la culpa irracionalmente,  no te hace mejor persona, te enferma. 
La culpa compulsiva es una patología, así algunos la vean como una forma de excelencia y redención humanitaria.

Walter Riso
http://www.walter-riso.com

sábado, 18 de noviembre de 2017

5 heridas emocionales de la infancia que persisten cuando somos adultos


Los problemas vividos en la infancia dejan heridas emocionales que vaticinan cómo será nuestra calidad de vida cuando seamos adultos. Además, estos pueden influir significativamente en como nuestros niños de hoy actuarán mañana y en como nosotros, por otro lado, afrontaremos las adversidades.
Así, de alguna forma, a partir de estas 5 heridas emocionales o experiencias dolorosas de la infancia, conformaremos una parte de nuestra personalidad. Veamos a continuación cuáles son nuestras heridas definidas por Lisa Bourbeau….

1- El miedo al abandono

La soledad es el peor enemigo de quien vivió el abandono en su infancia. Habrá una constante vigilancia hacia esta carencia, lo que ocasionará que quien la haya padecido abandone a sus parejas y a sus proyectos de forma temprana, por temor a ser ella la abandonada. Sería algo así como “te dejo antes de que tú me dejes a mí”, “nadie me apoya, no estoy dispuesto a soportar esto”, “si te vas, no vuelvas…”.
Las personas que han tenido las heridas emocionales del abandono en la infancia, tendrán que trabajar su miedo a la soledad, su temor a ser rechazadas y las barreras invisibles al contacto físico.
La herida causada por el abandono no es fácil de curar. Así, tú mismo serás consciente de que ha comenzado a cicatrizar cuando el temor a los momentos de soledad desaparezca y en ellos empiece a fluir un diálogo interior positivo y esperanzador.

2- El miedo al rechazo

El miedo al rechazo es una de las heridas emocionales más profundas, pues implica el rechazo de nuestro interior. Con interior nos referimos a nuestras vivencias, a nuestros pensamientos y a nuestros sentimientos.
En su aparición pueden influir múltiples factores, tales como el rechazo de los progenitores, de la familia o de los iguales. Genera pensamientos de rechazo, de no ser deseado y de descalificación hacia uno mismo.
La persona que padece de miedo al rechazo no se siente merecedora de afecto ni de comprensión y se aísla en su vacío interior. Es probable que, si hemos sufrido esto en nuestra infancia, seamos personas huidizas. Por lo que debemos de trabajar nuestros temores, nuestros miedos internos y esas situaciones que nos generan pánico.
Si es tu caso, ocúpate de tu lugar, de arriesgar y de tomar decisiones por ti mismo. Cada vez te molestará menos que la gente se aleje y no te tomarás como algo personal que se olviden de ti en algún momento.

3- La humillación

Esta herida se genera cuando en su momento sentimos que los demás nos desaprueban y nos critican. Podemos generar estos problemas en nuestros niños diciéndoles que son torpes, malos o unos pesados, así como aireando sus problemas ante los demás; esto destruye la autoestima infantil.
Las heridas emocionales de la humillación generan con frecuencia una personalidad dependiente. Además, podemos haber aprendido a ser “tiranos” y egoístas como un mecanismo de defensa, e incluso a humillar a los demás como escudo protector.
Haber sufrido este tipo de experiencias requiere que trabajemos nuestra independencia, nuestra libertad, la comprensión de nuestras necesidades y temores, así como nuestras prioridades.

4- La traición o el miedo a confiar

Surge cuando el niño se ha sentido traicionado por alguno de sus padres principalmente, no cumpliendo sus promesas. Esto genera una desconfianza que se puede transformar en envidia y otros sentimientos negativos, por no sentirse merecedor de lo prometido y de lo que otros tienen.
Haber padecido una traición en la infancia construye personas controladoras y que quieren tenerlo todo atado y reatado. Si has padecido estos problemas en la infancia, es probable que sientas la necesidad de ejercer cierto control sobre los demás, lo que frecuentemente se justifica con un carácter fuerte.
Estas personas suelen confirmar sus errores por su forma de actuar. Sanar las heridas emocionales de la traición requiere trabajar la paciencia, la tolerancia y el saber vivir, así como aprender a estar solo y a delegar responsabilidades.

5- La injusticia

La injusticia como herida emocional se origina en un entorno en el que los cuidadores principales son fríos y autoritarios. En la infancia, una exigencia en demasía y que sobrepase los límites generará sentimientos de ineficacia y de inutilidad, tanto en la niñez como en la edad adulta.
Las consecuencias directas de la injusticia en la conducta de quien lo padece será la rigidez, pues estas personas intentan ser muy importantes y adquirir un gran poder. Además, es probable se haya creado un fanatismo por el orden y el perfeccionismo, así como la incapacidad para tomar decisiones con seguridad.
Requiere trabajar la desconfianza y la rigidez mental, generando la mayor flexibilidad posible y permitiéndose confiar en los demás.
Ahora que ya conocemos las cinco heridas del alma que pueden afectar a nuestro bienestar, a nuestra salud y a nuestra capacidad para desarrollarnos como personas, podemos comenzar a sanarlas.

Psicología/Raquel Aldana
https://lamenteesmaravillosa.com


Imágenes cortesía de natalia_maroz y jrcasas

Fuente de la idea: Bourbeau, L. (2003) 
Las cinco heridas que impiden ser uno mismo. OB Stare.

viernes, 17 de noviembre de 2017

El Profundo Mensaje de Marie Kondo y la Magia del Orden

Hoy hablaremos de uno de los libros que más me ha impactado recientemente: “La Magia del Orden”, de Marie Kondo.
Creo que vale la pena hacerlo porque, aunque es un libro muy famoso, no es fácil comprenderlo en toda su amplitud.
Si lo miramos superficialmente, habla de temas prácticos relacionados con el orden de la casa: cómo plegar la ropa, cómo ordenar los armarios, cómo seleccionar los libros, etc.
Pero en realidad no va de esto.
El mensaje de Marie Kondo es mucho más profundo. Es un mensaje con un gran poder transformador.
Y cuando lo comprendemos en toda su magnitud, se produce un gran cambio no solo en nuestro hogar, sino también en nuestro interior.

El Mensaje de Marie Kondo y la Magia del Orden

Si has leído “La Magia del Orden” o si has visto alguno de los videos que hay en Internet, habrás visto que Marie Kondo da consejos muy concretos sobre cómo ordenar la ropa, los libros y los demás objetos de la casa.
Y muchas personas se quedan con estos consejos y ya está.
Pero Marie Kondo insiste mucho en que esto no es lo más importante. Su objetivo no es tener una casa ordenada y nada más, sino utilizar el orden de la casa como un trampolín hacia una vida más plena y luminosa.
En realidad da igual cómo ordenemos las cosas. Lo que realmente importa es comprender la filosofía de una casa equilibrada.
Y esta filosofía se puede resumir en tres puntos:
  1. Ten únicamente cosas que te hagan feliz.
  2. Sé plenamente consciente de cada cosa que tienes.
  3. Ordena tu casa de manera que cada rincón te haga feliz.
La manera concreta de ordenar las cosas son simplemente sugerencias que Marie Kondo da a partir de su experiencia, pero no son normas cerradas ni mucho menos. Lo importante  es comprender estos tres puntos.

La Primera Regla de Marie Kondo: Ten Únicamente Cosas que Te Hagan Feliz

Cuando pensamos en ordenar nuestra casa, normalmente pensamos en cómo colocar nuestras cosas: dónde ponerlas y cómo ponerlas. Pero en realidad hay un paso previo que casi siempre nos saltamos: decidir qué cosas tener.
El acto de ordenar está directamente relacionado con el acto de poseer, porque solo tenemos que ordenar aquello que poseemos. Así que antes de ordenar, primero hay que decidir qué poseer.
Y respecto a esto, Marie Kondo tiene una regla muy simple: quédate solo con las cosas que te hagan feliz.
Esta regla es absolutamente maravillosa, porque pone la felicidad en el centro del proceso, que es donde debe estar.
Desde hace mucho tiempo, las personas regimos nuestros pasos por muchos factores que poco tienen que ver con la felicidad. Tomamos nuestras decisiones por temas prácticos, por dinero, por miedo, por el qué dirán… pero pocas veces pensando en la felicidad. Y por esto sufrimos tanto.
Hemos olvidado que la felicidad es lo que realmente importa en la vida. Nos hemos enredado en un círculo de responsabilidades y presiones sociales, y hemos perdido de vista que lo que le da verdadero sentido a la vida es la felicidad.
Lo que determina si nuestra vida va bien o no es la cantidad de felicidad que sentimos (puedes profundizar en este tema aquí).
Es posible que, al  oír esto pienses: sí, esto es muy bonito, pero es muy poco realista. Sería maravilloso centrar nuestra vida en la búsqueda de la felicidad, pero es imposible. Todos tenemos facturas que pagar y responsabilidades que atender, y si lo dejamos todo y nos preocupamos solo por la felicidad, podemos tener bastantes problemas.
Y es verdad. No es fácil hacer este cambio de un día para otro.
Pero podemos intentar hacerlo lentamente. Podemos empezar a escuchar a nuestro corazón con más atención, e ir haciéndole caso poco a poco.
Y un buen lugar para empezar este proceso es nuestra casa, porque aquí no hay ningún peligro. Dejar un trabajo que no te hace feliz puede ser arriesgado, pero deshacerte de un objeto que no te da felicidad no lo es en absoluto. Así que puedes usar tu casa como espacio de prácticas para mejorar tu capacidad de conectar con tu propia felicidad.
El proceso es simple: saca todos tus objetos del lugar donde los guardas, míralos bien y quédate solo con los que te aporten felicidad. No te quedes nada solo porque te da pena tirarlo, porque quizás lo necesitas dentro de diez años, o por cualquier otro motivo no relacionado con la felicidad. Quédatelo solo si te hace feliz tenerlo.
Marie Kondo propone un método concreto para hacer esta elección, y te recomiendo leer el libro para más detalles, pero la base es simplemente esta: repasa una por una todas tus posesiones y quédate solo las que te hagan feliz.
Es una muy buena manera de volver a situar la felicidad en el lugar del que nunca debería haber salido: el centro de nuestra vida.

Segunda Regla: Sé Consciente de Cada Cosa que Tienes

La segunda regla se deriva automáticamente de la primera, pues para poder quedarte solo con las cosas que te hacen feliz, primer tienes que ser muy consciente de todas las cosas que tienes. Pero es una regla tan importante que merece ser comentada por sí sola.
La gran mayoría de nosotros tenemos varias cosas en casa que ni siquiera recordamos que tenemos. Las guardamos en su momento en el fondo de un armario, y ya no recordamos que están allí.
De entrada, esto puede parecer un hecho sin importancia. En general creemos que los objetos no tienen ningún tipo de conciencia, así que pensamos que no pasa nada por olvidarnos de ellos.
Pero no es así. En este universo todo tiene un cierto grado de conciencia; los objetos también. Y también sufren a su manera.
¿Alguna vez has estado en una reunión sin que nadie te hiciera caso? Estabas solo en un rincón, sin que nadie te prestara atención…
Si has vivido esta situación, ya sabrás que es muy dolorosa. Sentirse solo e ignorado es una de las sensaciones más dolorosas que existen.
Pues así es cómo se sienten los objetos que no recordamos que tenemos. Y esto hace que la energía de la casa sea mucho menos luminosa.
Así que, si quieres mejorar la energía de tu hogar, sé muy consciente en todo momento de todo lo que tienes.
Cada una de tus posesiones es un compañero que vive contigo. Y vive contigo porque tú lo decidiste. Se merece un reconocimiento. Se merece que siempre tengas en cuenta que está allí.

Tercera Regla: que Cada Rincón de Tu Casa Te Haga Feliz

Por último, una vez ya somos plenamente conscientes de todo lo que tenemos en casa, y decidimos quedarnos únicamente con lo que nos hace feliz, el paso final es ordenarlo todo de manera que cada rincón de la casa nos despierte alegría y felicidad.
Personalmente, este es el punto que más me impactó del libro: ¿cada rincón? Parece lógico ordenar la casa de una manera que nos guste y nos haga felices, ¿pero es necesario que cada rincón cumpla este criterio? ¿No es demasiado exagerado?
Pues no, no lo es.
La gran mayoría de nosotros tenemos la parte principal de la casa bastante bonita y ordenada: el comedor, las habitaciones, la entrada… Pero casi siempre hay alguna zona olvidada: un trastero, el garaje, el cuarto de la lavadora, un armario… A nivel mental, creemos que no puede ser que todo sea bonito, y necesitamos algún espacio donde podernos despreocupar y tenerlo más descuidado.
Y esta visión tiene profundas implicaciones en nuestra vida.
Si te fijas, esto que pasa en casi todas las casas, pasa también a nivel global en la sociedad. Vivimos en un mundo bastante bonito y ordenado, pero hay muchas zonas que no lo son en absoluto. Tenemos parques y jardines en los pueblos, pero en las afueras hay vertederos y fábricas llenas de humo. Tenemos ciudades más o menos prósperas y abundantes, rodeadas de barrios marginados y pobres. Tenemos países con un nivel de vida bastante alto, al lado de otros que están en guerra y pasan hambre.
Todo esto es fruto de la misma creencia: no puede ser que todo sea bonito. No puede ser que todo esté bien. No puede ser que todo el mundo sea feliz.
Creemos que para que algo esté bien, otra cosa debe estar mal en otro lugar.
Creemos que para que unos ganen, otros tienen que perder.
Este es el mundo en el que creemos, y por lo tanto es el mundo que tenemos.
Por supuesto, es una creencia errónea. El universo donde vivimos no tiene ningún límite, y puede darnos todo lo que necesitamos y más.
Pero tenemos que abrirnos a ello. Nada puede llegar a nuestra vida si no lo creemos posible.
Y el cambio empieza en cada uno de nosotros, en nuestra propia casa.
Nuestra casa es un muy buen lugar para empezar a cambiar esta dinámica, y demostrarnos a nosotros mismos que sí es posible conseguir que cada rincón esté lleno de luz. Sí es posible que cada lugar sea hermoso y abundante, y que todo el mundo esté bien.
Y la mejor manera de ver que es posible es hacerlo: ponernos a trabajar y llenar de alegría cada cajón, cada armario y cada rincón de la casa.
Una vez nos demos cuenta de que realmente podemos crear una casa donde cada lugar sea hermoso, empezaremos a creer que podemos ir más allá, y crear un mundo donde cada lugar sea hermoso.
Y cuando creamos firmemente en un mundo así, lo veremos florecer delante de nuestros ojos.
Un gran abrazo.
Jan


          Jan Anguita
https://www.jananguita.es